Nuestro Valle aún está vivo.

Mi Valle aún está vivo. Le noto respirar, crecer, gritar por su vida, pasearse con los gatos y los perros en los callejones, dolerse el alma, hacer de tripas corazón con lo que ve todos los días en sus calles, retorcerse con las heladas en los amaneceres sin rayos solares, dejarse querer y maldecirnos.

Mi Valle está cambiando. Abierto en canal a través de los cielos abiertos, donde antaño crecían los robles y hoy apenas salen las escobas , se construye desde hace meses en su trazado actual una nueva calle frente al ayuntamiento, una y mil veces rehecha y dejan las obras como un paisaje de guerra después de la batalla .

Mi Valle soporta sobre su piel el incivismo de pintadas, suciedades o rotos que dejan menores y no tan menores, animales varios y ciudadanos modelo. En mi ciudad hay cicatrices maquilladas de rugosos adoquines donde tropiezan las gentes y las mujeres parten sus relucientes zapatos de tacón de aguja; las mismas  calles abiertas una y otra vez por el ayuntamiento para mayor gloria de nuestra alcaldesa y el inexistente mal llamado equipo de gobierno. A nuestro pueblo aún vivo, siguiendo esta ilógica del empedrado como terapia quieren remodelarle la Avd. de la Constitución, uno de sus lugares más emblemáticos para adoquinarle la piel y abrirla a la modernidad con un montón de macetas y nuevas farolas.

Con un uso cuerdo de los recursos no debería ser posible la idea de zaherir continuamente el cuerpo del pueblo que habitamos, para levantar las mismas calles una y otra vez hasta más allá del infinito y dejar el resto de barrios sin un parque en condiciones, empapados en cemento, siempre faltos de limpieza y no por falta de operarios.

El alma de mi Valle al igual que su piel, está llena de cicatrices. Pero son invisibles y suelen pasar desapercibidas. Para curar el alma se requieren más atenciones que levantar la misma calle dos o tres veces por año. De velar por el alma  se ocupan ahora  organizaciones sin ánimo de lucro o sea los partidos políticos que ofreciendo su tiempo desinteresadamente, necesitan del dinero de las instituciones públicas para poder desarrollar su labor de sanadores de almas y ayudar a gentes con toda clase de cicatrices: sin techo, con problemas de salud, sin trabajo, con algún tipo de deficiencia, que no pueden valerse por sí mismas, etc.

Con otro razonamiento lógico más podrían dejar de levantar calles que no lo necesitan por atender como se merece el alma de nuestro Valle. Pero a lo que parece las prioridades son otras cuando se vampiriza el voto y la cultura perenne del .......y tu más, continúa hegemónica en la agenda de ciertos políticos. Así que lo que se sigue llevando en el Consistorio de este pueblo, de este planeta en crisis, es continuar utilizando el presupuesto de todos para levantar calles de cicatrices incurables, en lugar de curar las del alma. Cuestión de prioridades.

Y por eso a nuestro Valle le duele el alma y maldice su suerte y llora por que lo estamos matando.
 

Pero tranquilos permanezcan todos, que no existen motivos para la preocupación. Por fin ha llegado un Salvador; de almas, de daños físicos, morales, y monetarios. El en otrora época llamado Zar Rojo de Laciana, que ni más ni menos ha dicho que nuestro Valle necesita ser adecentado, física, política, sindical y moralmente. Que esa es la primera y titánica tarea que tenemos por delante todos los lacianiegos. Una tarea que, en el campo de la política,  sólo se podrá llevar a cabo desde la total independencia. O sea, desde Ecolo-Verdes. Que Dios nos pille confesados y a mi que no me toque, que ya no me adecenta ni la Purísima Concepción , por que física, política, sindical y moralmente me siento bastante bien; y por eso jamás se me ocurriría votarle.